Israel bajo fuego: las grietas de su defensa antimisiles
Aunque la Cúpula de Hierro presume una eficacia del 90 %, los recientes ataques de Irán revelaron sus vulnerabilidades ante misiles y drones enemigos.
15 de junio de 2025
Durante más de una década, la Cúpula de Hierro ha sido el estandarte de la defensa israelí frente a amenazas externas. Este sofisticado sistema antimisiles, desarrollado por la empresa Rafael Advanced Defense Systems con un fuerte respaldo económico y tecnológico de Estados Unidos, ha sido presentado como uno de los más efectivos del mundo. Pero los recientes ataques masivos de Irán y Hezbolá han dejado al descubierto un escenario inquietante: la joya de la corona de Israel no es infalible.
La ingeniería detrás del escudo
La Cúpula de Hierro es parte de un complejo sistema de defensa multinivel que incluye también a las plataformas David’s Sling y Arrow. En el caso del sistema más conocido, su función principal es interceptar cohetes de corto alcance —entre 4 y 70 kilómetros— así como drones enemigos. Cada batería del sistema incluye un radar de detección, un centro de control de batalla y lanzadores con hasta 20 misiles interceptores Tamir, que se activan cuando un proyectil representa una amenaza real sobre zonas pobladas o sitios estratégicos.
Desde su implementación en 2011, Israel ha desplegado al menos 10 baterías por todo su territorio, con un costo estimado superior a los 100 millones de dólares por unidad. Estados Unidos ha sido clave en la consolidación de este escudo aéreo, aportando miles de millones de dólares para baterías, cohetes interceptores, mantenimiento e incluso coproducción.
Vulnerabilidades que ya se advertían
A pesar de su sofisticación y su tasa de éxito de más del 90 %, diversos análisis independientes y voces dentro del propio Estado israelí han advertido sobre los puntos débiles del sistema. En 2021, el Centro de Análisis de Políticas Europeas alertó sobre su vulnerabilidad ante ataques coordinados desde múltiples frentes, una estrategia que puede saturar y colapsar su capacidad de respuesta.
Los drones representan otra amenaza significativa. Yehoshua Kalisky, investigador del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv, advirtió que los UAVs (vehículos aéreos no tripulados), especialmente aquellos fabricados con materiales de baja reflectividad como el carbono, son difíciles de detectar por los radares de la Cúpula de Hierro.
Esta advertencia se hizo realidad en octubre de 2024, cuando un dron kamikaze del grupo Hezbolá impactó una base militar en el norte de Israel, dejando cuatro soldados muertos y decenas de heridos. Fue una señal clara de que el sistema tiene dificultades para lidiar con amenazas aéreas no convencionales.
La noche que la Cúpula no bastó
El más reciente y contundente episodio ocurrió durante la noche del 11 al 12 de octubre de 2024. En respuesta a acciones militares de Israel en Siria y el Líbano, Irán lanzó una ofensiva sin precedentes: cerca de 200 misiles balísticos fueron disparados contra el territorio israelí.
Aunque el sistema logró interceptar la mayoría de los misiles, alrededor del 25 % no fueron derribados deliberadamente, según informaron las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), alegando que su trayectoria no amenazaba zonas habitadas. Sin embargo, “un número reducido” de misiles sí logró penetrar las defensas y causó estragos en zonas urbanas como Tel Aviv, Ramat Gan y Rishon Lezion.
El saldo: al menos cuatro muertos, decenas de heridos, destrucción de viviendas y daños materiales que oscilan entre los 40 y 53 millones de dólares, según estimaciones preliminares del Ministerio de Seguridad.
¿Un sistema en necesidad de rediseño?
La eficacia de la Cúpula de Hierro en situaciones de ataque esporádico está probada. Pero su talón de Aquiles se revela en contextos de guerra híbrida, cuando las amenazas son múltiples, simultáneas y no convencionales.
La realidad geopolítica de Medio Oriente, donde Irán y sus aliados no estatales como Hezbolá y los hutíes han sofisticado su capacidad de ataque con armamento más veloz, preciso y difícil de detectar, obliga a Israel a repensar su estrategia de defensa. No solo en términos tecnológicos, sino también en logística, inteligencia preventiva y cooperación internacional.
La presión ahora recae sobre el gobierno de Benjamín Netanyahu, quien deberá enfrentar las críticas internas e internacionales sobre la capacidad real de defensa del Estado hebreo, así como justificar las enormes inversiones realizadas en un sistema que, aunque eficaz, ya no garantiza una protección absoluta.
«El ataque masivo de Irán no solo fue una muestra de fuerza, sino también un test implacable para la defensa aérea israelí. La Cúpula de Hierro demostró que, pese a su avanzado diseño, no es impenetrable. La guerra moderna evoluciona más rápido que las soluciones tecnológicas, y la defensa de un país ya no depende exclusivamente de la calidad de su armamento, sino de su capacidad para anticipar, adaptarse y responder a amenazas asimétricas y en constante mutación.»
